El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Oscar Ojea, advirtió que «hay un contexto reticente al diálogo y afecto al monólogo».

«En su primera Encíclica, Ecclesiam Suam, San Pablo VI plantea la relación de Dios con la humanidad como un diálogo, que comienza con el diálogo de la creación. Más adelante en la misma carta pone cuatro características necesarias para el diálogo: este debe ser claro, confiado, sencillo y prudente. Sin embargo, muchas veces este diálogo fracasa o se hace imposible llevarlo adelante. La misma palabra de Dios en la liturgia de hoy nos da cuenta de diálogos que no fructifican», sostuvo el monseñor.

Durante la misa de apertura de la Asamblea Plenaria de la CEA, el obispo de San Isidro hizo un fuerte llamado al diálogo en el marco de los debates internos que atraviesan a la coalición de Gobierno y a Juntos por el Cambio: «Encontramos hoy un contexto nacional y mundial reticente al diálogo y afecto al monólogo. En la escena nacional todo es controversial. La primacía de las emociones y las pasiones divide familias y amigos. En este clima se hace muy difícil pensar y escuchar».

Y durante su Homilía continuó: «Nos llenamos de rencores y nos alejamos unos de otros. Muchas veces elegimos el silencio en nuestros encuentros y preferimos por temor al conflicto, evadirnos con temas triviales, aunque es difícil encontrar algunos en los que no haya controversia».

El titular del purpurado nacional postuló que el diálogo «debe ser claro, sin ambigüedades y sin traicionar la identidad de quien se expresa con sinceridad» y «confiado en la posibilidad de que la palabra de uno sea escuchada por el otro y pueda modificar en algo su visión y, al mismo tiempo, abierto a que uno también pueda cambiar por la escucha del otro».

Asimismo, Ojea habló de la situación internacional azotada por el conflicto bélico entre Ucrania y Rusia y denunció el enriquecimiento de algunos sectores que «lucran con las guerras y la venta de armas».

«Como telón de fondo en el plano internacional tenemos la realidad de la guerra y todas sus consecuencias humanitarias que pueden ir blindando nuestro corazón para sucesos tan tremendos como las muertes diarias de tantos, en especial la muerte de niños, la desesperación de los refugiados. Todo esto unido al rápido enriquecimiento económico de algunos que lucran con las guerras y la venta de armas», afirmó.

Por último, el obispo de San Isidro pidió asumir la «responsabilidad de dialogar» para «llegar juntos a la manifestación de algunos indicios del querer de Dios para su pueblo que peregrina en la Argentina».