El maíz tardío ya es una realidad en nuestro país, con más del 45% del área total ocupada con este cereal. Este cultivo es relativamente nuevo, por lo cual aún es necesario generar información para ajustar su manejo agronómico. Un aspecto poco conocido del maíz tardío es su economía del nitrógeno (N) y la relación con los rendimientos. Una investigación realizada en Entre Ríos por el INTA Paraná y la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) determinó que la eficiencia en el uso del nitrógeno de este cultivo fue 19% menor que la del maíz temprano. Las causas se vincularon con los menores rindes y la mayor disponibilidad de N en el suelo en fechas de siembra tardías. Evalúan las implicancias en potenciales nuevas prácticas agrícolas.

“El motivo de esta investigación fue esclarecer la economía del nitrógeno (N) en el maíz tardío, ya que —a diferencia del maíz temprano— no estaba estudiada. Para eso llevamos adelante un experimento a campo en el INTA Paraná, provincia de Entre Ríos, una zona algo más cálida que la llanura pampeana. Allí comparamos ambos cultivos en cuanto a su eficiencia en el uso del nitrógeno (EUN). Es importante destacar que estimamos esa eficiencia como kilos de grano producido por kilo de N disponible en el suelo”, contó Nicolás Maltese, profesional del INTA y estudiante de doctorado en la Escuela para Graduados (EPG) de la FAUBA.

El investigador, quien también es becario del Conicet, explicó que el experimento permitió comparar la EUN de maíces con características genéticas contrastantes, sembrados en fechas tardías y tempranas bajo diferentes dosis de fertilización nitrogenada. “Usamos dos híbridos que diferían notablemente en su capacidad de absorber N del suelo. La siembra temprana la realizamos a mediados de septiembre, y la tardía, a mediados de diciembre. Además, a estos híbridos los fertilizamos con dos dosis de nitrógeno: 90 y 270 kg/ha, mientras que al tratamiento testigo no lo fertilizamos”

“El resultado más importante de nuestros experimentos es que el maíz tardío usó menos eficientemente el nitrógeno. Su EUN fue 26 kg grano/kg N en el suelo, mientras que la del temprano fue 32 kg grano/kg N en el suelo, lo cual representa una caída de casi 19%. Las causas son varias y se relacionan con las diferencias en el rendimiento y con la dinámica del nitrógeno entre las dos fechas de siembra”, sostuvo Maltese, cuyo trabajo fue publicado en la revista Field Crops Research.

Tres explicaciones posibles

Gustavo Maddonni, docente de la cátedra de Cerealicultura de la FAUBA y codirector de Maltese en su tesis de doctorado, advirtió sobre los efectos de sembrar el maíz en diciembre, cuando la temperatura y la radiación solar disminuyen día a día. “Por las condiciones lumínicas y térmicas que uno y otro deben atravesar, los rendimientos de los tardíos tienden a ser menores que los tempranos. Por ejemplo, nuestros maíces tardíos rindieron 7832 kg/ha, mientras que los tempranos produjeron 8564 kg de grano/ha. Esta es una de las causas de la caída en la EUN, ya que el rendimiento es el numerador en el cálculo de la eficiencia”.

“Además —agregó Maddonni, quien también es investigador del Conicet—, la siembra tardía permite que el barbecho, es decir, el lapso entre la cosecha del cultivo anterior y la siembra, sea prolongado, con lo cual se acumula una buena cantidad de agua en el perfil. Esto, sumado a que las temperaturas son relativamente altas en ese momento, estimula la mineralización de la materia orgánica del suelo. Por lo tanto, en fechas tardías hay más nitrógeno disponible, y como es el denominador de la EUN, también es una explicación para las bajas eficiencias que detectamos”.

En este contexto, Maltese puntualizó que la eficiencia en el uso del nitrógeno del maíz tardío cayó aun más cuando se lo fertilizó con N. “Al agregar nitrógeno en la etapa vegetativa del cultivo elevamos su disponibilidad en el suelo, que de por sí ya era alta por la mineralización. En estas condiciones comprobamos que el cultivo fue poco eficiente para absorber ese N ‘en exceso’. Esa alta disponibilidad terminó afectando a la NUE incluso más que la caída en el rendimiento”.

¿Cómo mejorar la eficiencia?

“Se deberían adoptar estrategias que eleven el rendimiento del maíz tardío. Por ejemplo, para un mismo ambiente y tasa de crecimiento existen genotipos que producen más granos por espiga que otros. Estos materiales rinden más y poseen eficiencias en el uso del N relativamente altas. Por eso se los debería elegir. De la misma manera, también se debería optimizar la dosis de fertilizante nitrogenado a aplicar, reduciéndola para que la oferta de N en el suelo no sea tan alta”, comentó Maltese.

A su vez, Maddonni señaló que una alternativa agronómica clave es el manejo de la densidad de siembra. “El maíz tardío posee un crecimiento vegetativo exacerbado en relación con el temprano, y eso hace que algunos productores bajen la densidad de siembra para no potenciar lo que llamamos variabilidad poblacional. Esa variabilidad se refleja en los lotes: muchas plantas crecen menos y son dominadas por otras más grandes, lo que derrumba los rindes. Por el contrario, los resultados de este trabajo nos hacen pensar que para aumentar la EUN habría que lograr una alta absorción de nitrógeno —principalmente durante el período vegetativo—, y esto se conseguiría aumentando la densidad de siembra”.

Un cultivo con futuro

Según Nicolás Maltese, en la Argentina el maíz tardío es un cultivo que crece en importancia año a año. Actualmente, las siembras tardías ocupan más del 45% del área total sembrada con este cereal. ¿Por qué ocurre esto? Porque los rendimientos de los tardíos son más estables, a expensas de un menor rendimiento potencial. “En algunas provincias como Córdoba, prácticamente el 100% del maíz es tardío. En otras, como Entre Ríos —donde yo vivo— esta tecnología actualmente representa entre 15 y 20% de la superficie sembrada con maíz, y rinde casi un 20% menos que el temprano, según datos de la Bolsa de Cereales de la provincia”.

Por último, Maltese se refirió a sus actividades actuales y futuras en relación con esta línea de investigación. “En el INTA Paraná sigo profundizando el ajuste en la elección de genotipos, densidad de siembra y dosis de nitrógeno en maíz tardío. Estos experimentos están vinculados a los de la tesis que llevo adelante en la EPG con Octavio Caviglia como director, Gustavo como codirector y Ricardo Melchiori como consejero de estudios. Mi intención es contribuir a replantear el esquema de producción de maíz en la Argentina y a reorganizar las piezas de las decisiones de manejo agronómico. Ojalá podamos lograrlo”.