En forma análoga a lo ocurrido con el pH, se determinaron reducciones de los niveles en suelo de calcio (Ca), magnesio (Mg) y potasio (K) intercambiables. Dos de los más afectados fueron el Mg y el K, los que presentaron reducciones del 43 al 44 % respecto a suelos prístinos. El Ca también disminuyó, pero en menor proporción (24 %).

Los menores niveles de Ca y Mg se determinaron al norte y noroeste de la región, mientras que los menores niveles de K al noreste de la región. “Si continúa esta tendencia el contenido de calcio disminuiría a niveles preocupantes en 16 años y se convertiría en un problema generalizado en el norte de la región”, indicó Sainz Rozas.

En magnesio, se espera una situación de escasez entre los próximos cinco y ocho años, mientras que los niveles de potasio llegarían a marcas de alerta entre los próximos cuatro y 16 años. Por ende, en algunas zonas estos nutrientes deberán ser incluidos en los análisis de rutina para evaluar su necesidad de aplicación.

Para obtener estos datos, el estudio pone en relación la tasa de caída de los nutrientes registrada entre 2011 y 2018 y la disponibilidad actual de nutrientes en el suelo. La división entre ambas proporciones permite estimar cuánto tiempo demandaría alcanzar esos umbrales.

Otro de los parámetros analizados fue la disponibilidad de micronutrientes que, si bien son requeridos en bajas cantidades por las plantas, su carencia interfiere y dificulta el ciclo normal de crecimiento. Se clasifican en dos grandes grupos¬: los catiónicos, integrado por cobre, zinc, manganeso y hierro, y los aniónicos, como cloro y boro.

El estudio confirma las observaciones detectadas en relevamientos anteriores y demuestra que el micronutriente más problemático es el zinc. “Ya hay un gran porcentaje de los suelos, más del 50 % del área estudiada, que presenta niveles bajos de zinc, menores a una parte por millón”, alertó Sainz Rozas.

De acuerdo con el especialista, este micronutriente forma parte de muchas enzimas de las plantas y participa en diversos procesos metabólicos, por ejemplo, en la síntesis de proteínas y hormonas. “La aplicación de zinc emerge como una nueva necesidad; de hecho, en algunas zonas de Córdoba, es casi una práctica habitual aplicar un fertilizante fosfatado, cuya formulación contenga zinc”, especificó.

Luego del zinc, el contenido de boro también está en retroceso y comenzaría a mostrar deficiencias en el mediano plazo.

Qué hacer en este escenario

Antes de tomar cualquier decisión, la primera recomendación es realizar un análisis de suelo del lote. “Se debe tener en cuenta que estos datos corresponden a mapas regionales y no predicen la realidad de cada lote; por lo tanto, es necesario que cada productor cuente con un análisis de suelo de calidad para conocer el estado nutricional de los lotes en particular y, así, poder llevar a cabo un manejo racional de la fertilización”, remarcó Sainz Rozas.

Para la reposición de nutrientes, el nitrógeno es el único nutriente que se recupera por fijación biológica del nitrógeno atmosférico, el cual puede ser captado por diferentes especies de leguminosas. El resto de los nutrientes se restituye a través de fertilizantes –existe una diversidad de tecnologías de aplicación, en cuanto a forma, fuente y momento de uso– o de abonos orgánicos –que hayan recibido un tratamiento adecuado previo a la aplicación–.

En este sentido, la clave para contrarrestar el impacto negativo y contribuir a la salud de los suelos está en mejorar el balance de carbono. “Tiene que ingresar más carbono del que se mineraliza anualmente, y el aumento de este ingreso se logra con alta frecuencia de gramíneas, rotación de cultivos y cultivos bien manejados desde el punto de vista nutricional”, detalló Sainz Rozas.

Además, recomendó intensificar el uso del suelo a partir de la incorporación de cultivos de cobertura o también llamados “cultivos puente”, que hagan un aporte de carbono extra al sistema. La sugerencia es incluir más cultivos por año y acortar los períodos de barbecho entre los cultivos principales, en los que el suelo queda al descubierto.

En relación con la disponibilidad de nitrógeno y fósforo, cuya escasez limita la posibilidad productiva, se observa con frecuencia el problema de que se aplica menos de lo realmente requerido por los cultivos. Es decir que, hoy por hoy, podrían obtenerse entre un 30 y 40 % más de rendimientos de trigo y maíz, si se fertilizara racionalmente.

“Hoy se habla de un rendimiento promedio de trigo a escala nacional de 3,0 toneladas por hectárea y, compensando la brecha del 30 %, podría estar en poco más de 4,4 toneladas”, calculó el especialista. En maíz, el manejo racional de la fertilización podría incrementar el promedio actual de 6,5 a casi 9 toneladas.

En cuanto a la fertilización de cultivos de cobertura, esta práctica depende del objetivo que tiene el productor. “Si el objetivo es retener los nutrientes que dejaron los cultivos antecesores y lograr un aporte de carbono, básicamente no conviene realizar aplicaciones y, más bien, permitir que el cultivo de cobertura absorba la cantidad de nutrientes disponible para proveérselos al cultivo siguiente”, planteó Sainz Rozas.

Por el contrario, si el objetivo del cultivo de cobertura es ingresar más carbono y aprovecharlo para hacer un pastoreo, sí es conveniente hacer aplicaciones de fertilización para asegurar un buen nivel de productividad.