Pese a las versiones que sugerían una salida anticipada del Congreso a mitad de año, con destino a la Embajada argentina en Madrid, finalmente Emilio Monzó cumplirá su mandato como presidente de la Cámara baja, en tanto que uno de sus más fieles alfiles, Nicolás Massot, se espera que busque nuevos horizontes lejos del Palacio Legislativo.

«No cierra en el Gobierno la salida anticipada de Emilio», señalan en el entorno a Monzó, que no verá realizarse su deseo de iniciar un proyecto familiar en simultáneo al comienzo del año lectivo en España.

Sin motivaciones para seguir en el cargo, el dirigente de Carlos Tejedor habría comprometido su palabra para darle un cierre «prolijo» a su gestión, cumpliendo su mandato hasta el final, para no abrirle un flanco de críticas a Macri que lo debilitasen de cara a los comicios presidenciales.

Según supo NA, durante la gira oficial a Vietnam e India, Monzó y Macri «casi ni hablaron», y el tema de la eventual retirada anticipada ni se tocó.

Como es sabido, el titular de la Cámara baja -una figura clave en la ingeniería electoral que llevó a Macri al sillón de Rivadavia en 2015- fue corrido del armado en 2017 y este año la Casa Rosada también prescindirá de sus servicios en ese aspecto: sumado a la presumible escasa actividad parlamentaria debido al proceso electoral, Monzó estará prácticamente ocioso en lo que resta de su mandato.

Desencantados con el Gobierno por haber desperdiciado la «oportunidad histórica de ampliar la base política» de la alianza Cambiemos con sectores moderados de la oposición que en 2016 se mostraban solidarios al extremo con el oficialismo, Monzó y Massot tampoco disimulan sus diferencias con la estrategia electoral que impulsa el binomio Marcos Peña-Jaime Durán Barba.

Consideran que la táctica de polarización con Cristina Kirchner y «la agitación permanente del miedo a volver atrás» pudo haber tenido sus réditos en algún momento cuando el «antikirchnerismo» tallaba más fuerte en el ánimo de la sociedad que el «antimacrismo».

Con la crisis económica golpeando la puerta todos los días, sostienen que hoy el «antimacrismo» ya se equiparó con el sentimiento de rechazo al Gobierno anterior, por lo que el desenlace electoral de este año es «una timba» y «una moneda que puede caer para cualquier lado».

Aún en el mejor escenario (la reelección de Macri), advierten que la situación económica va a ser realmente delicada y que para eso sería indispensable la construcción de gobernabilidad a partir de acuerdos políticos generosos con sectores del PJ no kirchnerista.

Solidario con su jefe político e incómodo frente al rumbo que eligió el Gobierno, Massot decidió no renovar su banca: en su consideración, el Congreso que viene repetirá y profundizará la crispación que fue signo de los últimos tiempos, en sintonía con la polarización que Peña y Durán Barba siguen fogoneando.

En cambio, Monzó habría acordado la continuidad de los bonaerenses Silvia Lospennato y Sergio Buil, dos diputados de su máxima confianza.

También habría pedido que su sucesión en un eventual segundo mandato de Macri recaiga en el actual secretario de Interior, Sebastián García de Luca.

Sin embargo, ese lugar ya estaría reservado para el ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, Cristian Ritondo, quien encabezará este año la lista de diputados nacionales de Cambiemos por el distrito más populoso del país.

Tanto Monzó como Massot aprueban la elección de Ritondo, a quien le reconocen su habilidad para trabar vínculos con sectores de la oposición a partir de su experiencia como vicepresidente 1º de la Legislatura porteña.