Yésica Yolanda Bopp es una mujer resiliente. Desde adolescente, cuando tuvo claro que no le «atraía jugar con muñecas» y quiso arrancar con el boxeo, a los 16 años, en una época donde había muy pocas mujeres boxeadoras dentro de un deporte eminentemente machista. A los 24 ya era campeona del mundo y hoy, a los 37, está en el libro Guinness como la boxeadora con mayor permanencia de un título mundial (desde 2008, son 12 años y siete meses).

Pero, claro, es habitual que en su vida -y en su carrera- se presenten contratiempos que deba superar. Hace meses tuvo uno que la golpeó y cambió su realidad, como fue la cancelación del Preolímpico de boxeo y, por ende, de su sueño olímpico en Tokio 2020. Y ahora, hace 25 días, sumó la segunda derrota de su trayectoria (36-2, con 16 nocauts).

En su primera pelea en casi dos años y medio, perdió en Misiones con la santafesina Juliana Basualdo. Justo cuando está a una semana de defender su cetro minimosca de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), en Colombia.

«Lo del Preolímpico fue un golpe, tenía mucha ilusión de estar en Tokio y traer una medalla para nuestro país. Pero la derrota de septiembre no, porque es parte del proceso, de volver al ring, para retomar el ritmo, luego de mucho tiempo sin pelear. Mi objetivo está en el 22, en retener el título en la velada íntegramente de boxeo femenino que se hará por segunda vez en la historia», contó quien enfrentará a la venezolana Johana Zuniga, el próximo viernes 22 de octubre.

Pero la Tuti, además, no deja de ser esa mujer «que quiere ser más que una boxeadora». Madre, psicóloga social, entrenadora y permanentemente presente en el trabajo solidario, con ayudas a merenderos constantes.

«No me preocupó la derrota en Misiones, primero porque lo tomé más como un regreso al ring y segundo porque volví en una categoría que no era la mía, dando ventajas de peso (NdeR: calcula que peleó con 4 kilos menos que su rival), contra una boxeadora de brazos más largos y en un combate a seis rounds cuando yo estoy acostumbrada a ir a 10. Todo lo teníamos en cuenta, podía pasar, pero la prioridad era hacer una pelea previa antes de ir por el título», explicó.

«Ahora llego muy ilusionada para defender el título, porque volveremos a vivir una velada totalmente de boxeo femenino, como pasó en La Guaira (Venezuela) en 2016. Ahora serán cinco o seis peleas profesionales en Colombia. Y en lo físico estoy bien, ya sin dolores, y afinando todo para llegar bien al peso, en mi categoría (hasta 49 kilos). Nada puede fallar. Toda las ganas, toda la bronca, se la va a llevar de regalo la boxeadora venezolana (se ríe). Vuelvo con Tuti (se ríe más fuerte)», agregó.

Su sueño sigue siendo tener su «chance en Las Vegas», Estados Unidos, centro neurálgico de este deporte.

Fuera del ring, tiene también una vida bastante agitada y que completa con su rutina de entrenamiento: «Acompaño a mi marido, el Cuervo Silva, que ganó en septiembre, retuvo el título y ahora va por el récord argentino, soy mamá de mi nena cada día más grande (Ariadna, de 6 años) y estoy reabriendo mi gimnasio en el club El Progreso en Sarandí. No estoy ejerciendo de psicóloga social pero sí sigo metida en charlas de liderazgo y ahora estoy comenzando un nuevo proyecto solidario con la Huella Saint-Gobain, este programa que ya lleva 11 años ayudando a lugares carenciados y yo estoy desde 2015».

En este momento, Bopp ayuda a «un hogar transitorio para chicos y chicas (hasta 17 años) en situaciones de emergencia, que tiene como objetivos dar contención, escuchar las problemáticas de adolescentes que están lejos de sus casas, y buscar opciones de una revinculación familiar y social». «Fuimos a entregar materiales de la empresa para mejorar toda la parte exterior del edificio y asistimos a la capacitación de las personas que lo van a hacer, que es otro aporte del programa. No sólo la donación sino también el enseñar, dejar una huella de esa forma. Parece menor pero poner más lindo un lugar así es importante para quienes viven, aunque sea temporalmente», sostuvo.

Y completó: «Siempre te pasa algo especial cuando vas a alguno de los lugares que elegimos cada año para ayudar y pasa que seguís conectado. Me pasa a mí, con el gimnasio de boxeo que refaccionamos en Concordia y otro en La Plata. Continuamos en contacto para seguir ayudando. Y acá, en este centro, me pasó con me encontré con dos chicos de 14 y 15 años que practican boxeo y me conmovió. Estuve charlando con ellos, trajeron sus guantes, hicimos una foto y les di algunos consejos. También me puse a disposición del lugar para hacer ahí una escuelita de boxeo».